sábado, 23 de noviembre de 2024
El viaje para adentro, para atrás y para ninguna parte.
¿Has escuchado que hay dos tipos de personas? A quienes es gusta o no el Café. Las personas que duermen tarde o no, quienes son deportistas y quienes no. Y podríamos continuar así con ejemplos, anécdotas e historias.
Un día descubrí que en realidad SÍ hay dos tipos de personas. Y de haberlo sabido, mi vida ahabría sido TOTALMENTE distinta. Te voy a hacer una confesión: Siempre he sido MUY optimista. Suelo decir que todo pasa por algo, y muchas veces he contado la historia de que no sabemos; quizá si en el pasado hubiésemos cambiado algo, probablemente habríamos sido atropellados hace ya varios años, y una oxidada cruz estaría plantada en memoria nuestra, siendo ignorada por millones de automovilistas todos los días. Digo que suelo decirlo, pero... Es mentira.
La verdad es que no siempre creo en eso. La repito porque suena bien, porque me da tranquilidad y me ayuda a poner una sonrisa aunque las cosas se estén desmoronando. Pero hay días... pesados, donde la idea de que "todo pasa por algo" me parece una burla. Días en los que pienso: ¿De verdad todo tiene un propósito? ¿O simplemente nos aferramos a esa idea para darle sentido a lo que no lo tiene? Positivismo tóxico.
Ahí es donde entra este pensamiento: Los dos tipos de personas no tienen nada que ver con el café, con ser optimistas o pesimistas, ni con ser deportistas o sedentarios. No, los dos tipos de personas son los que deciden y los que esperan.
Déjame explicarme: hay quienes toman las riendas de su vida, aunque no sepan exactamente a dónde van. No se quedan esperando el momento perfecto, porque saben que nunca llegará. Esas personas avanzan, tropiezan, se caen y, a veces, vuelven a tropezar con la misma piedra. Pero, aún así, siguen moviéndose.
Y luego están los otros. Los que esperan. Los que se convencen de que mañana será mejor, de que necesitan más tiempo, más preparación, más dinero, más algo. Los que miran el reloj con la esperanza de que el momento adecuado aparezca mágicamente.
Y lo más curioso de todo esto es que durante años, yo pensé que era del primer grupo. Creía que era de los que decidían. Pero, en realidad, me pasé mucho tiempo esperando. Esperando que las cosas cambiaran, que alguien me diera permiso, que el miedo desapareciera por completo.
Lo entendí un día cualquiera, sin señales, sin fanfarrias. Solo me cayó el veinte. Y desde entonces, he intentado vivir de forma distinta. Porque ahora sé que las cosas no pasan por algo... Las cosas pasan porque tú decides hacer que pasen.
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